Es bien sabido que el té se puede disfrutar a muchos niveles diferentes, pero el domingo pasado tuve un especie de epifanía. Había pasado la mañana haciendo una ceremonia de té en nuestra nueva terraza, disfrutando del té desde un plano meditativo. Disfrutando la terraza, la sombra natural de las primeras horas de la mañana, el frescor, la brisa acariciando los árboles y aireando nuestra sesión de té. Sentía un agradecimiento profundo por el hecho de que, por fin, Čaj Chai tenía terraza porque hacía años que lo íbamos solicitando y jamás se nos lo concedieron hasta este año. Y allí estábamos compartiendo una ceremonia de té al aire libre, meditando sobre nuestras tazas, infusión tras infusión tras infusión.
Después de terminar, recoger y limpiar todos los utensilios y volver a guardar todo en la mochilla, desaté la bici y enseguida un grupo de 12 chicos se sentaron en la terraza y pidieron 12 Chais fríos con helado de Chai (un invento nuestro inspirado por el viejo Root Beer Float, hecho con helado artesanal apta para intolerantes a la lactosa). Fue entonces que tuve la epifanía. Fue entonces cuando terminé de entender de manera muy profunda los diferentes niveles del té y el lugar que Čaj Chai ocupa. Sentí verdadero agradecimiento por tener la oportunidad de ofrecer estos diferentes niveles a la vez que nos mantenemos fieles a nuestro compromiso con la calidad y rechazo al gran mundo comercial de té aromatizado con perfumes y todo lo que eso conlleva. Agradecimiento porque no podríamos hacer uno sin el otro.
Los maestros de té dicen que recibimos del té lo que le damos. Lo mismo que se podría decir del amor, la amistad o cualquier arte a lo que nos dedicamos.
Sí uno tiene el costumbre de tomar té de bolsita, siente el té a un nivel acorde con la bolsita de té. Su experiencia está al par con la bolsita de té. El bebedor tampoco pretende aspirar a más, por lo que no descubrirá más, no llegará a significar mucho más y por supuesto, tampoco lo echará de menos (y, por supuesto, jamás hemos servido un té de bolsita).
A cada uno le van viniendo los tés que le corresponden. Poco a poco. No hay nada malo en ello, es como el aprendiz… el maestro no le puede enseñar todo de golpe, se tiene que sentar unas bases… ya llegará el momento para tomar el próximo paso. Cada cosa en su momento.
En el otro extremo… Sí uno toma un té cultivado con conciencia, procesado de manera tradicional con conciencia y lo bebe de manera consciente, tomando el tiempo para disfrutarlo plenamente, profundizando incluso en el ritual de su preparación de manera consciente y plenamente entregado en el momento del presente, uno va abriendo paso en el camino del té y verá afectando otros aspectos de su vida de manera muy positiva.
Mi maestro de té me contó una vez como su maestro, tomando el pulso del grupo de aprendices que tenía delante charlando entre ellos, cambió el té que estaban tomando por otro en mitad de la sesión. Les explicó al grupo que no pasaba nada que continuaran hablando. Si lo que querían hacer era hablar, que hablaran todo lo que quisieran. Pero si iban a estar charlando tomarían un té para estar allí charlando y no ese otro.
Como ya dije, la epifanía vino cargado de agradecimiento. Agradecimiento de poder ofrecer desde Čaj Chai tantos niveles de té diferentes y también por ver como en una misma plaza (y de manera tan seguida) podía ocurrir sesiones de té tan dispares y tan importantes para cada uno. Para los 12 amigos que se refrescaban con sus Chai Frío con helado de Chai era su momento de relax y amistad. Posiblemente no todos hubieron disfrutando la sesión de té y meditación anterior de la misma manera. Ese grupo compartió algo muy especial al pedir 12 tés fríos iguales… camaradería y compañerismo. Y el té que tomaron era totalmente acorde a su momento y les sintió de maravilla!